Y hoy precisamente he aprendido una:
y es: que no vale de nada levantarse con el pie izquierdo, de mal café, de mal humor, de mala ostia, como un trol... llámalo X. Porque es la vida la que de por sí puede que te lleve a ese estado de ánimo.
Así que levantarse de mal humor sirve de poco.
Y hoy precisamente me he despertado con mi cariño entre los brazos y con un buen humor poco usual, cantando "Xalala, xalala, riki riki, riki riki...".
La verdad que pocas veces le hago caso a mi subconsciente, y en esta ocasión tampoco le he hecho ni caso. Quizá este madrugón alegre era una manera de paliar las malas noticias y el desasosiego que ha llegado después. El subconsciente que ha querido darme unos momentos de alegría en este día gris y triste. Y traumático. Muchos recuerdos de un pasado cercano. Mucho dolor de una herida semicerrada. Mucho miedo a esa puta palabra. Que si quiera hoy citaré; no; paso; duele. Mucho.
Desde hace unos años la vida y el día a dia me han enseñado que de un segundo a otro las cosas pueden dar un giro brutal a causa de las circunstancias acontecidas. Así que, aunque sea la primera en preocuparme por todo, ser aprensiva -cada vez que digo esta palabra me viene a la cabeza la canción de Pereza "Todo"-, de poco sirve, de muy poco. Es casi una pérdida de tiempo.
Y como ya digo, soy la primera en ser así y al mismo tiempo darme cuenta de que este sufrimiento del pensamiento (puto) no lleva a nada más que a más sufrimiento. A más dolor.
Voy a retomar la lectura de "La inutilidad del sufrimiento" que me regaló una amiga que no sabe mucho sobre mi vida, pero sabe lo esencial. Y es precisamente eso: lo esencial, lo que no cambia, son todos los entresijos que nos llevan hasta ahí los que cambian de un día a otro, de un minuto a otro, de un instante a otro.
Os quiero. Y no os olvido. Eso nunca.
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