Los seres humanos como sujetos somos subjetivos. Cada uno tiene una opinión distinta sobre un mismo tema, muy difícilmente habrá dos personas que aún siendo muy afines tengan un pensamiento o una opinión idéntica sobre un tema en concreto.
Lo mismo pasa con los pedagógos de lo cotidiano, o lo que es lo mismo los periodistas; esas personitas con una enorme responsabilidad social que muchas veces no es suficientemente apreciada puesto que nos han dicho siempre que un medio de comunicación -que no es un más que una empresa compuesta por personas- tenía que ser objetivo. ¿Pero qué es la objetividad? ¿De verdad existe?
Vuelvo de nuevo hacía la frase que ha abierto este post, los sujetos como tales somos subjetivos. Si, las matemáticas son puramente objetivas, pero es que ¿a caso las noticias, los acontecimientos, reportajes, informativos televisados, etc. hablan de matemáticas? En un momento dado para ofrecer una noticia concreta sí, pero sí las noticias hablan de gente. Gente que habla de gente que le ha pasado algo con otras gentes. Eso es el periodismo: la gente, lo social.
Siempre me ha encantado este oficio. Me acuerdo que cuando empezaba a tener uso de razón allá por mis 10 años en la biblioteca de mi querido colegio, del que tan bueno recuerdos tengo "Nuestra Señora del Pilar" (público, no monjas), creábamos un periódico. No era diario claro, supongo que sería bisemanal o mensual. Y de pé a pá eramos nosotros los que lo hacíamos. Trabajo precioso.
Según iban pasando los años en general para todos y los años de niñez para mí, las clases de lengua y literatura y filosofía me atraían cada vez más. Era en mundo en el que más agusto me sentía, las ideas volaban y los autores me inspiraban.
Y eso, claro, se notó en mis resultados de selectividad: 1'4 en matemáticas, 4 en economía... 9 en lengua y literatura y en filosofía.
Fueron años espectaculares los del instituto, amiguísimos y profes de los que aún hoy me acuerdo y tengo tan grato recuerdo, por lo buenos que eran y porque sentí ese aprecio y motivación que me ofrecían.
Tras cuatro años de carrera universitaria para (decorar mi CV) convertirme en licenciada en periodismo -siempre me ha parecido una arrogancia decir que "Soy medico; abogado, dentista" si no ejercer verdaderamente la profesión-. Así que yo digo que tengo una licenciatura en periodismo. En España se ríen de mí, y en Francia me admiran. He ahí una de las múltiples diferencias de ostentar este tipo de estudios y en el mejor de los casos ejercerlo a uno y otro lado de la frontera.
Porque en España los periodistas son considerados como la última mierda, como manipuladores al servicio de los poderosos, como muy subjetivos (gracias, el único alago), como títeres vaya. Nunca como periodistas, como redactores de actualidad, como gatekeepers de noticias, como pedagógos del día a día mundial.
En Francia cada vez que digo que estudié periodismo dos de cada tres personas me dicen "joo qué guay, yo estuve a punto de estudiarlo; yo siempre lo quise estudiar; yo este año voy a intentar pasar el concurso de las escuelas de periodistas". Y me lleno de orgullo si, ya sé en quién habéis pensado a leer esta frase.
He dejado de renegar del oficio al que amo, de los estudios que he realizado y de lo que me gustaría trabajar a lo largo de mi vida. He dejado de renegar del periodismo. Porque es un oficio precioso, cultivado, lleno de gente interesante, lleno de gente que por amor a su trabajo vive casi al límite, lleno responsables y educadores de la sociedad.
Yo diría pues, lleno de poetas de la prosa.
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